Milovan Djoric, al final de una de sus clínicas de futbol, me dijo mientras me daba mi trofeo de participación: "El mejor. Cuando seas un gran jugador, llamame." Don Hernan Carrasco Vivanco me dijo una vez, "Yo vi jugar a Zamorano y a Salas cuando tenían tu edad, y tú sos mejor que ellos." Nelson, mi entrenador de secundaria, me decía cada vez que yo tenía la pelota desde la defensa izquierda, "corré Medrano, llevátela hasta el arco!" Rommelinho Ramirez, mi buen amigo y entrenador de primaria, nos dijo una vez durante un tiro de penalty decisivo, "cuando Chico (nuestro portero estrella) se lo pare, todos corramos a abrazarlo." Y tal como su fé lo declaró, Chico detuvo ese tiro, y todos corrimos a celebrarlo. Mi papi, por su lado, cambió mi futbol por completo, al "castigarme" diciéndome que hiciera técnica todo el día los fines de semana, y que si no llegaba a cierto numero no iba a jugar conmigo. "Tirá la pelota al espacio y seguila, ese es el secreto del Mágico," me decía en los partidos, "usá tu velocidad hijo." Mi papi siempre supo que yo tenía la capacidad, porque creía, a pesar de que yo corría chistoso.
Ahh, si a mi no me hubiera escogido el arte para jugar para su equipo, habría escogido jugar futbol. Pero gracias a Dios sigo siendo un jugador, y gracias a El tuve el ejemplo de estos grandes maestros que mencioné; quienes han jugado posiciones tan importantes en mi vida. Me han enseñado a tener fé, a seguir lo que me apasiona porque quizás ahi está mi propósito. Mas bien, mi estilo de servir, porque creo que servir es el propósito de todos. Y aunque mis maestros le dijeran lo mismo a todos sus jugadores, jaja, me enseñaron que nada es imposible si uno cree en Dios, en los demás, y en uno mismo.
Muchas bendiciones maestros queridos, les dedico mi servicio de este dia a ustedes. Gracias por nunca perder su fé en Dios, en los demás, y en ustedes mismos. Gracias por creer en mí.
El más fuerte de los abrazos.
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